La maravilla de trascender con los años: La nueva cara del Teatro de la Ópera.
Declarado monumento en 1994, este edificio ha vivido varias vidas, pero la que el visitante presenciaba era, sin duda, la más impresionante. Él había entrado esperando la belleza nostálgica del deterioro, tan común en los trópicos. Encontró, en cambio, vida.
El visitante, un hombre de 185 centímetros, se acomodó en una de las butacas. Y, para su sorpresa, estaba cómodo. Realmente cómodo. Este no era un detalle menor. Era un síntoma.
Miró a su alrededor: las paredes, el techo, el piso. Todo hablaba de un cuidado meticuloso, de una restauración que no se limitó a "pintar por encima". Había sido un acto de rejuvenecimiento profundo. La iluminación, cálida y moderna, bañaba de oro los relieves sin opacarlos.
Él sintió que esta preservación era una declaración de orgullo. En un país donde "mantener" es un verbo heroico, el Teatro de la Ópera de Maracay no solo se mantenía; brillaba. Era la prueba tangible de que la ciudad había decidido activamente rescatar su grandeza.

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